El proceso de acompañamiento es una parte medular e inevitable en nuestra existencia, ya que hay relaciones que nos sumergen en periodos de tristeza, confusión y dolor, en la vida ante las pérdidas.
Es un acto de amor, pero no es invasivo, ni determinante, es un vínculo sólido pero respetuoso de la individualidad de la persona y de su necesidad de resignificar su propia vida.